domingo, 24 de enero de 2021

El origen del Universo desde la perspectiva de un católico.

 A fecha de hoy, la teoría científica que mejor explica los primeros instantes del universo es la teoría del Big Bang. Según esta teoría, la materia, la energía, el espacio y el tiempo surgieron a partir de una singularidad hace unos 13 800 millones de años. En dicha singularidad la temperatura y la presión eran infinitas y las leyes de la física que conocemos carecían de sentido.

El Big Bang es un concepto que suele ser bien acogido por los creyentes católicos porque es fácil asociarlo a la necesidad y existencia de un creador y porque es coherente con el mensaje revelado en la Biblia de que todo tuvo un comienzo. De hecho, la idea de que el tiempo fue también creado ya fue defendida por San Agustín (Confesiones. Libro XI, Capítulos 12-14) para deshacer los ataques que recibía desde el mundo pagano la visión cristiana de la Creación. En esencia, a las preguntas de ¿qué hacía Dios antes de crear el universo? y ¿por qué esperó una cantidad infinita de tiempo sin hacer nada hasta que decidió crear el universo?, San Agustín responde: si no había tiempo antes de la creación, ¿qué sentido tiene preguntarse por lo que hacía Dios "entonces"?. Si no hay tiempo, no hay "entonces". Como diría Stephen Hawking siglos más tarde, "no tiene sentido preguntarse que hay en la Tierra más al sur que el Polo Sur".

 

San Agustín de Hipona (fuente https://ufilosofia.wordpress.com)

 Pero, ¿que ocurriría si en las próximas décadas nuevos proyectos como, por ejemplo, la misión LISA de la Agencia Espacial Europa es capaz de observar las ondas gravitatorias generadas en los primeros instantes del universo y los modelos teóricos desarrollados para entender los resultados obtenidos en dichas observaciones apuntaran a la idea de que el universo ha estado ahí desde siempre y de que no existe un instante inicial de creación? ¿Cómo se vería afectada la idea de Dios como Creador?

La hipótesis del universo eterno no es nueva. Aristóteles (siglo IV a.C) ya sostenía la idea de que el universo siempre había existido. Esta idea retornó con fuerza en el siglo XIX cuando se descubrieron las leyes de la conservación de la materia y la energía. Ni una ni otra se crean ni se destruyen, solamente se transforman. Estos principios parecen indicar que la materia y la energía siempre han estado ahí y que, por tanto, el universo, formado por materia y energía, debía ser eterno. Hacia la mitad del siglo XX estos argumentos seguían compitiendo con la teoría del Big Bang, en particular gracias a los trabajos liderados por Fred Hoyle, quien, a través de su teoría del estado estacionario, sostenía que el universo no cambiaba su apariencia con el tiempo argumentando que la observada expansion del universo se podría contrarrestar con la creación espontánea de pequeñas cantidades de materia, no modificándose de este modo la densidad del universo.

Normalmente se suele aceptar que el argumento de que el universo no tenga un principio es un argumento ateo: "si no existe un principio, el universo es incausado, esto es, no necesita un creador. Por tanto, Dios no existe". ¿Debemos preocuparnos los cristianos si en el futuro próximo los descubrimientos científicos apuntaran en este sentido?

Santo Tomás de Aquino nos descubre la falacia del argumento anterior. Las preguntas de si existe un creador y de si existe un origen para el universo son diferentes y, por tanto, tienen respuestas diferentes. En otras palabras, "tener un comienzo" y "ser creado" no son la misma idea. Para Santo Tomás la propia existencia del universo (podría darse perfectamente la posibilidad de que no hubiera existido), exigía la existencia de un creador, al igual que la existencia de una novela implica la existencia de un autor. Incluso si esta novela tuviera una duración infinita, su propia existencia exigiría la existencia de un autor. 

Independientemente de si el universo tuvo o no tuvo principio, hay otras preguntas que pueden preocupar al cristiano: ¿pudo el universo haberse creado por sí solo?, ¿es cierto que podemos vivir en un multiverso, que nuestro universo no sea nada más que uno de los infinitos universos existentes y que la existencia de vida en la Tierra no es más que la consecuencia lógica del azar? "El Gran Diseño", de Stephen Hawking es una de las obras más conocidas en favor de este tipo de argumentos.  

Stephen Barr hace una reseña muy interesante del libro de Hawking en este artículo (una adaptación de dicho artículo en español se puede encontrar aquí). Según Barr, lo que Hawking sostiene en su libro es la posibilidad de que, por efectos cuánticos, se hubiera podido pasar de un estado de no universo a un estado de universo. Sin embargo, este proceso no tendría nada que ver con una creación "ex nihilo" que es la que se plantea desde el punto de vista de la fe cristiana, ya que el estado de no-universo no es "nada", sino algo muy concreto: un particular estado cuántico con propiedades específicas definidas matemáticamente. Para explicar este concepto Barr recurre a la analogía de la cuenta bancaria, la cual puede ser considerada como un sistema con muchos estados (a cero, cientos de euros, números rojos…), con la posibilidad de pasar de unos a otros.  En este sistema, una cuenta a cero no es "nada" sino algo concreto y regido por diferentes reglas. 

 El propio Hawking reconoce en su obra "Breve historia del tiempo" que "el enfoque habitual de la ciencia de construir un modelo matemático no puede responder a la pregunta de por qué debería existir un universo para el modelo que describe".

Terminemos recordando las dos ideas fundamentales que un cristiano debe tener en cuenta en lo que se refiere a los resultados científicos y, en particular, a los estudios relacionados con el origen del universo. 

  • La demostración de la existencia de Dios queda fuera del ámbito de la ciencia. Incluso si llegara el momento en el que las leyes de la física lo explicaran todo, la pregunta de ¿quién creo esas leyes? seguiría sin respuesta. 
  • Cualquier construcción teológica no debe nunca basarse en teorías científicas ya que éstas pueden variar con el paso del tiempo. Como se decía al principio de esta entrada, el modelo del Big Bang es "cercano" para los cristianos desde un punto de vista conceptual pero sería un enorme error usar dicho modelo como prueba de la existencia de Dios. En este sentido es especialmente significativa la postura de George Lemaître, padre del Big Bang: el 22 de noviembre de 1951, el Papa Pío XII pronunció una alocución ante la Academia Pontificia de Ciencias en la que algún pasaje parecía sugerir que la ciencia y, en particular, los nuevos conocimientos sobre el origen del universo, probaban la existencia de la creación divina. Lemaître pensó que era conveniente clarificar la situación para evitar equívocos, y, entre otros, habló con el jesuita Daniel O'Connell, director del Observatorio Vaticano, acerca del próximo discurso del Papa sobre cuestiones científicas. El 7 de septiembre de 1952, Pío XII dirigió un discurso a la asamblea general de la Unión Astronómica Internacional y, aludiendo a los conocimientos científicos mencionados en el discurso precedente, evitó extraer las consecuencias que podían prestarse a equívocos.

Para saber más:

  • Faith, Science and Reason. Theology on the cutting edge. Una reseña del libro se puede encontrar aquí. 
  • 60 preguntas sobre Ciencia y Fe respondidas por 26 profesores de universidad. Una reseña del libro se puede encontrar aquí.

sábado, 9 de enero de 2021

La tetera de Russell y la existencia de Dios.


El método científico, entendiendo como tal el proceso de observación de un fenómeno natural, elaboración de una hipótesis capaz de explicar dicho fenómeno, evaluación de dicha hipótesis mediante la realización de uno o varios experimentos y aceptación o rechazo de la misma en base a los resultados obtenidos de dichos experimentos, se basa en dos pilares fundamentales: la reproducibilidad, esto es, la capacidad de poder replicar los resultados partiendo de las mismas condiciones iniciales y la falsabilidad.

El falsacionismo es una corriente de pensamiento fundada por el filósofo austriaco Karl Popper (1902-1994).  Para Popper la ciencia no es capaz de verificar si una hipótesis es cierta, pero sí puede demostrar si ésta es falsa. Según Popper, por mucho que se experimente nunca se podrán examinar todos los casos posibles pero bastaría con un solo contraejemplo para echar por tierra una teoría. Para el falsacionismo ninguna teoría es absolutamente verdadera sino, a lo sumo, «no refutada». 

Por tanto, en base al falsacionismo, para demostrar que Dios no existe, deberían ser los no creyentes quienes dieran un ejemplo de la no existencia de Dios. Mientras esto no ocurra, la hipótesis "Dios existe" no puede ser descartada.  No obstante, desde el mundo ateo, también se ha hecho uso del falsacionismo para desacreditar la existencia de Dios. El ejemplo más famoso es, sin duda, el de la tetera de Russell. En un artículo titulado "¿Existe Dios?", publicado en 1952, el filósofo y matemático Bertrand Russell escribió lo siguiente:

Si yo sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana que gira alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie podría refutar mi aseveración, siempre que me cuidara de añadir que la tetera es tan pequeña que no puede ser vista ni por los telescopios más potentes. Pero si yo dijera que, puesto que mi aseveración no puede ser refutada, dudar de ella es de una presuntuosidad intolerable por parte de la razón humana, se pensaría con toda razón que estoy diciendo tonterías. Sin embargo, si la existencia de tal tetera se afirmara en libros antiguos, si se enseñara cada domingo como verdad sagrada, si se instalara en la mente de los niños en la escuela, la vacilación para creer en su existencia sería un signo de excentricidad, y quien dudara merecería la atención de un psiquiatra en un tiempo ilustrado, o la del inquisidor en tiempos anteriores.

 

Tetera de Russell
 

Richard Dawkins en su libro "El capellán del diablo" vuelve a incidir en el ejemplo de la tetera de Russell. John Bagnell Bury, en su obra "Historia sobre la libertad de pensamiento", defiende la existencia de una raza de burros que hablan inglés y que viven en un planeta que gira alrededor de la estrella Sirio. Carl Sagan, en su libro "El mundo y sus demonios" propone la existencia de un dragón indetectable en un garaje. Otras sátiras contra las creencias teístas son el Unicornio rosa invisible o el Monstruo espagueti volador.

El objetivo que persiguen los ejemplos anteriores es transmitir la idea de que la existencia de Dios tiene la misma credibilidad que la de cualquiera de los seres imaginarios citados. En palabras de Carl Sagan, las afirmaciones que no pueden probarse son verdaderamente inútiles. Si no hay forma de refutar un argumento, ningún experimento concebible que cuente en su contra, ¿qué significa decir que Dios existe?

Dos son las líneas de argumentación que se pueden esgrimir para rebatir las ideas anteriormente mencionadas. Por un lado, la identificación de evidencias en contra de la tetera. Por otro lado, la existencia de evidencias a favor de la existencia de Dios. 

Alvin Plantinga es uno de los filósofos que afirma que hay una falsedad en el argumento de que no hay evidencias en contra de la existencia de la tetera de Russell:

Claramente tenemos una gran cantidad de evidencia contra el "teterismo". Por ejemplo, hasta donde sabemos, la única forma en que una tetera podría haber entrado en órbita alrededor del Sol sería si algún país con capacidades de lanzamiento espacial suficientemente desarrolladas la hubiera puesto en órbita. Ningún país con tales capacidades es lo suficientemente frívolo como para desperdiciar sus recursos tratando de poner una tetera en órbita. Además, si algún país lo hubiera hecho, habría estado en todas las noticias; ciertamente habríamos oído hablar de ello. Pero no lo hemos hecho. 

Se podría argumentar, no obstante, que el dragón del garaje, el monstruo espagueti o el unicornio rosa son seres indetectables (como el Dios de los teístas). Además, al no ser creaciones humanas, el argumento de Plantinga carecería de validez. La debilidad del argumento anterior radica en que sí existen pruebas sobre la existencia de Dios. A continuación, nos centraremos en las que considero más importantes:


  • Argumentos históricos

Si nos centramos en la figura de Jesucristo, su existencia histórica está más que aceptada por la gran mayoría de los expertos. Además de las propias narraciones de los Evangelios (tanto los canónicos como los apócrifos), la existencia de Jesús está documentada tanto en fuentes judías (el Talmud habla en diferentes ocasiones de Jesús, de sus discípulos y de los prodigios realizados) como en fuentes helenísticas y romanas (por ejemplo, Mara bar-Serapión, Flavio Josefo, Tácito, Plinio el Joven o Suetonio).

No obstante, ante lo anterior se podría aducir que lo único que nos dicen dichas fuentes es que existió un figura histórica llamada Jesús pero que en ningún momento es posible concluir de dichos textos (sin considerar, obviamente, los relatos evangélicos) que dicho personaje era realmente hijo de Dios (verdadero Dios y verdadero hombre).

 

  • Argumentos filosóficos
    • Argumento ontológico. San Anselmo fue un teólogo y filósofo del siglo XI considerado uno de los padres de la Escolástica. El argumento de la existencia de Dios propuesto por San Anselmo en el capítulo 2 de su obra Proslogion se puede formular de la siguiente manera: 
      • Dios es un ser tal que no se puede imaginar algo más grande.
      • Dios existe como una idea en la mente.
      • Un ser que existe como idea en la mente y existe en la realidad es, en iguales condiciones, más grande que un ser que solo existe como idea en la mente.
      • Así, si Dios existe solo como una idea en la mente, entonces podríamos imaginar algo que es más grande que Dios.
      • Conclusión: Dios existe.
    • Las cinco vías. Santo Tomás de Aquino, filósofo y teólogo del siglo XIII, fue el principal representante de la Escolástica. En su obra Suma Teológica incluye las cinco vías como argumentos de la existencia de un único Dios. Las cinco vías se pueden resumir de la siguiente manera:
 

Las cinco vías de Santo Tomás.  (Fuente: eca-filosofía).


  • Argumentos trascendentales. 
    • Observación de la naturaleza
"Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad," (Romanos, 1, 20)
 
Igual que observando una pintura o una escultura podemos llegar a conocer al artista, es posible deducir la existencia de Dios a partir del mundo y las cosas creadas. Cuando observamos la naturaleza (la inmensidad del cosmos, la complejidad del código genético,...) y somos conscientes de su orden y estructura, resulta difícil pensar que todo sea el resultado del mero azar. Gauss, Pasteur, Max Planck, ..., son numerosos los ejemplos de científicos que han abrazado la idea de Dios a través de sus investigaciones. 

"Veo un universo ordenado en el que los fenómenos físicos se pueden entender a partir de unas simples ecuaciones matemáticas. Veo un universo que, si hubiera sido ligeramente diferente, nunca hubiera formado estrellas o planetas y, mucho menos, seres vivos. Y no hay ninguna buena razón científica de por qué el universo no debió haber sido diferente" (William Daniel Phillips, Premio Nobel de Física 1997).  
 
    • Argumentos basados en valores
El hombre es religioso por naturaleza. Las religiones han existido en todos los tiempos y en todas las civilizaciones. Hay algo en el corazón del hombre que se abre a la trascendencia, a la existencia de una realidad superior que llamamos Dios. Como dice San Agustín "el hombre está inquieto hasta que descanse en Dios" (Confesiones, 1,1).
 
Las religiones representan el esfuerzo del hombre para establecer una relación con ese ente superior que entiende que existe. Esta relación se establece a través de mediaciones en las que intervienen objetos (árboles, piedras,...), lugares (bosques, ríos, templos,...) y personas sagradas (sacerdotes y sacerdotisas). Todo lo anterior es común a todas las religiones.
 
Bien, verdad y belleza son una triada de conceptos que Platón concebía conectados entre sí y que nos llevan asimismo a Dios. Así, por ejemplo, en relación al bien, ¿cuál es el origen de la moral natural que llama al hombre a hacer el bien y a alejarse del mal?  
 
«Dos cosas llenan mi ánimo de creciente admiración y respeto, a medida que pienso y profundizo en ellas: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí» (Kant).
 
De la misma manera, el hombre busca de manera institiva la justicia, la belleza, el amor y la felicidad. Ansía estos valores pero es consciente de que en este mundo no es posible llegar a ellos de una manera plena y perdurable.  En el fondo de su corazón, el hombre siente que debe existir algo más. 

“Si la muerte acaba con todo, sería ventajoso para los malos” (Sócrates).
 

 Conclusiones

La ciencia es el mecanismo que tiene la humanidad para saber cómo funciona el universo y no la razón última de por qué hay Universo. Por tanto, la ciencia nunca podrá llegar a descubrir a Dios, un concepto que escapa a su ámbito de estudio. En este sentido, la analogía del pescador propuesta por Karl W. Giberson es perfectamente pertinente. "Un pescador que pesca siempre con una red con agujeros de tres centímetros de grande, nunca pesca ningún pez que sea más pequeño que eso, pues los que hay se cuelan por el orificio. Al cabo de una serie de años concluye que no hay peces en el océano que midan un centímetro porque nunca los ha pescado. Pero el problema es su red, no la composición del océano.

Muchos buenos científicos han llegado a la conclusión de que existe Dios a partir de la observación de la naturaleza. Igualmente, muchos otros científicos igualmente buenos piensan que Dios no existe. Muchos hombres sienten en su interior que Dios existe y es lo que da sentido a su existencia y les permite vivir una vida plena pesar del mal y el sufrimiento existente en este mundo. Otros, por diferentes motivos (falta de formación, experiencias negativas,...), no creen así. En palabras de Blaise Pascal "La fe es suficientemente clara para que el creer sea razonable y suficientemente oscura para que el creer sea libre".