A fecha de hoy, la teoría científica que mejor explica los primeros instantes del universo es la teoría del Big Bang. Según esta teoría, la materia, la energía, el espacio y el tiempo surgieron a partir de una singularidad hace unos 13 800 millones de años. En dicha singularidad la temperatura y la presión eran infinitas y las leyes de la física que conocemos carecían de sentido.
El Big Bang es un concepto que suele ser bien acogido por los creyentes católicos porque es fácil asociarlo a la necesidad y existencia de un creador y porque es coherente con el mensaje revelado en la Biblia de que todo tuvo un comienzo. De hecho, la idea de que el tiempo fue también creado ya fue defendida por San Agustín (Confesiones. Libro XI, Capítulos 12-14) para deshacer los ataques que recibía desde el mundo pagano la visión cristiana de la Creación. En esencia, a las preguntas de ¿qué hacía Dios antes de crear el universo? y ¿por qué esperó una cantidad infinita de tiempo sin hacer nada hasta que decidió crear el universo?, San Agustín responde: si no había tiempo antes de la creación, ¿qué sentido tiene preguntarse por lo que hacía Dios "entonces"?. Si no hay tiempo, no hay "entonces". Como diría Stephen Hawking siglos más tarde, "no tiene sentido preguntarse que hay en la Tierra más al sur que el Polo Sur".
San Agustín de Hipona (fuente https://ufilosofia.wordpress.com)
Pero, ¿que ocurriría si en las próximas décadas nuevos proyectos como, por ejemplo, la misión LISA de la Agencia Espacial Europa es capaz de observar las ondas gravitatorias generadas en los primeros instantes del universo y los modelos teóricos desarrollados para entender los resultados obtenidos en dichas observaciones apuntaran a la idea de que el universo ha estado ahí desde siempre y de que no existe un instante inicial de creación? ¿Cómo se vería afectada la idea de Dios como Creador?
La hipótesis del universo eterno no es nueva. Aristóteles (siglo IV a.C) ya sostenía la idea de que el universo siempre había existido. Esta idea retornó con fuerza en el siglo XIX cuando se descubrieron las leyes de la conservación de la materia y la energía. Ni una ni otra se crean ni se destruyen, solamente se transforman. Estos principios parecen indicar que la materia y la energía siempre han estado ahí y que, por tanto, el universo, formado por materia y energía, debía ser eterno. Hacia la mitad del siglo XX estos argumentos seguían compitiendo con la teoría del Big Bang, en particular gracias a los trabajos liderados por Fred Hoyle, quien, a través de su teoría del estado estacionario, sostenía que el universo no cambiaba su apariencia con el tiempo argumentando que la observada expansion del universo se podría contrarrestar con la creación espontánea de pequeñas cantidades de materia, no modificándose de este modo la densidad del universo.
Normalmente se suele aceptar que el argumento de que el universo no
tenga un principio es un argumento ateo: "si no existe un principio, el universo es incausado, esto es, no necesita un creador. Por tanto, Dios no existe". ¿Debemos preocuparnos los cristianos si en el futuro próximo los descubrimientos científicos apuntaran en este sentido?
Santo Tomás de Aquino nos descubre la falacia del argumento anterior. Las preguntas de si existe un creador y de si existe un origen para el universo son diferentes y, por tanto, tienen respuestas diferentes. En otras palabras, "tener un comienzo" y "ser creado" no son la misma idea. Para Santo Tomás la propia existencia del universo (podría darse perfectamente la posibilidad de que no hubiera existido), exigía la existencia de un creador, al igual que la existencia de una novela implica la existencia de un autor. Incluso si esta novela tuviera una duración infinita, su propia existencia exigiría la existencia de un autor.
Independientemente de si el universo tuvo o no tuvo principio, hay otras preguntas que pueden preocupar al cristiano: ¿pudo el universo haberse creado por sí solo?, ¿es cierto que podemos vivir en un multiverso, que nuestro universo no sea nada más que uno de los infinitos universos existentes y que la existencia de vida en la Tierra no es más que la consecuencia lógica del azar? "El Gran Diseño", de Stephen Hawking es una de las obras más conocidas en favor de este tipo de argumentos.
Stephen Barr hace una reseña muy interesante del libro de Hawking en este artículo (una adaptación de dicho artículo en español se puede encontrar aquí). Según Barr, lo que Hawking sostiene en su libro es la posibilidad de que, por efectos cuánticos, se hubiera podido pasar de un estado de no universo a un estado de universo. Sin embargo, este proceso no tendría nada que ver con una creación "ex nihilo" que es la que se plantea desde el punto de vista de la fe cristiana, ya que el estado de no-universo no es "nada", sino algo muy concreto: un particular estado cuántico con propiedades específicas definidas matemáticamente. Para explicar este concepto Barr recurre a la analogía de la cuenta bancaria, la cual puede ser considerada como un sistema con muchos estados (a cero, cientos de euros, números rojos…), con la posibilidad de pasar de unos a otros. En este sistema, una cuenta a cero no es "nada" sino algo concreto y regido por diferentes reglas.
El propio Hawking reconoce en su obra "Breve historia del tiempo" que "el enfoque habitual de la ciencia de construir un modelo matemático no
puede responder a la pregunta de por qué debería existir un universo
para el modelo que describe".
Terminemos recordando las dos ideas fundamentales que un cristiano debe tener en cuenta en lo que se refiere a los resultados científicos y, en particular, a los estudios relacionados con el origen del universo.
- La demostración de la existencia de Dios queda fuera del ámbito de la ciencia. Incluso si llegara el momento en el que las leyes de la física lo
explicaran todo, la pregunta de ¿quién creo esas leyes? seguiría sin
respuesta.
- Cualquier construcción teológica no debe nunca basarse en teorías científicas ya que éstas pueden variar con el paso del tiempo. Como se decía al principio de esta entrada, el modelo del Big Bang es "cercano" para los cristianos desde un punto de vista conceptual pero sería un enorme error usar dicho modelo como prueba de la existencia de Dios. En este sentido es especialmente significativa la postura de George Lemaître, padre del Big Bang: el 22 de noviembre de 1951, el Papa Pío XII pronunció una alocución ante la Academia Pontificia de Ciencias en la que algún pasaje parecía sugerir que la ciencia y, en particular, los nuevos conocimientos sobre el origen del universo, probaban la existencia de la creación divina. Lemaître pensó que era conveniente clarificar la situación para evitar equívocos, y, entre otros, habló con el jesuita Daniel O'Connell, director del Observatorio Vaticano, acerca del próximo discurso del Papa sobre cuestiones científicas. El 7 de septiembre de 1952, Pío XII dirigió un discurso a la asamblea general de la Unión Astronómica Internacional y, aludiendo a los conocimientos científicos mencionados en el discurso precedente, evitó extraer las consecuencias que podían prestarse a equívocos.
Para saber más:
- Faith, Science and Reason. Theology on the cutting edge. Una reseña del libro se puede encontrar aquí.
- 60 preguntas sobre Ciencia y Fe respondidas por 26 profesores de universidad. Una reseña del libro se puede encontrar aquí.
Sólo un detalle: si se detectaran ondas gravitatorias primordiales, sería un argumento en favor de la teoría de la inflación, que hasta ahora no ha conseguido confirmar ninguna de sus predicciones, pero no de la inflación eterna, que es una teoría diferente. Los medios suelen decir que la detección de tales ondas gravitatorias confirmaría la existencia del multiverso, pero al decir eso no hacen más que demostrar que no saben de lo que hablan.
ResponderEliminarPor lo demás, totalmente de acuerdo con el artículo.
Buenas tardes Manuel. Muchas gracias por tu comentario con el que coincido plenamente.
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