¿Cuántos planetas de nuestra galaxia albergan vida? ¿Cuántos tienen vida inteligente? ¿Cuántos han sido capaces de desarrollar una tecnología igual o superior a la nuestra? Estas civilizaciones, ¿conocerían a Dios? Si es así, ¿supondría esto un quebranto para nuestra Fe?
Hay que comenzar siendo honestos y no crear falsas expectativas: nadie sabe la respuesta a estas preguntas . Lo que haremos en ésta y en las sucesivas entradas asociadas que se publicarán a lo largo de las próximas semanas es identificar algunos de los parámetros y factores que hay que tener en cuenta para poder dar una estimación razonable del número de planetas con civilizaciones tecnológicamente avanzadas. Una vez esto, pasaremos a describir las posibles implicaciones que el hipotético descubrimiento de una civilización extraterrestre avanzada podría tener en nuestra fe católica. (!SPOILER!: ninguna).
Una de las maneras más gráficas de describir los ingredientes necesarios para la receta de la vida extraterrestre tecnológicamente avanzada es la ecuación de Drake, ideada por el astrofísico Frank Drake como argumento de discusión para la primera reunión científica sobre vida inteligente extraterrestre, la cual tuvo lugar en 1961. Aunque existen otras ecuaciones para estimar el número de planetas habitables en nuestra galaxia (por ejemplo, la ecuación de Seager), tomaremos la ecuación de Drake como base sobre la que desarrollaremos ésta y las sucesivas entradas asociadas.
- Cuántas estrellas hay en nuestra galaxia?
Aunque hace unos pocos años se ha introducido una nueva categoría de planetas, conocidos con el nombre de planetas errantes, sigue siendo cierta la idea de que la gran mayoría de los planetas giran alrededor de estrellas. Por tanto, uno podría pensar que cuantas más estrellas haya, mayor será la posibilidad de que haya planetas.
Contar las estrellas que uno ve en el cielo es algo a lo que muchos de nosotros hemos jugado en nuestra infancia. Pero el cálculo del número de estrellas que existen en nuestra galaxia, la Vía Láctea, dista mucho de ser sencillo. Uno podría pensar en tres técnicas para estimar el número de estrellas de una galaxia cualquiera:
- Medir el brillo total de la galaxia y, sabiendo el brillo de una estrella, calcular el número de estrellas. Parece algo razonable pero este método tiene dos problemas: a) no hay un valor único para el brillo de una estrella ya que, dependiendo del tipo de estrella del que se trate, éste puede variar varios órdenes de magnitud. b) el brillo de la galaxia puede verse atenuado por el material existente entre nosotros y dicha galaxia, un efecto difícil de estimar con precisión.
- Contar el número de estrellas que vemos en una región pequeña de la galaxia y multiplicarlo por el volumen de ésta. El problema aquí radica en que la densidad de estrellas es una galaxia no es ni mucho menos constante, siendo ésta mucho mayor en la zona central que en las zonas exteriores.
- Medir el efecto gravitatorio que la galaxia ejerce sobre otros cuerpos. Cuanto mayor sea dicho efecto, mayor será la masa de la galaxia. Sabiendo la masa de una estrella "promedio", podríamos estimar el número de estrellas.
Un buen porcentaje de los estudios realizados para estimar el número de estrellas de nuestra galaxia se basa en esta tercera técnica estudiando, por ejempo, la curva de rotación galáctica (esto es, la velocidad de rotación de las estrellas alrededor del centro de la galaxia en función de su distancia al mismo tal y como se describe en este artículo), el movimiento de los cúmulos globulares alrededor de la galaxia (ya que sus órbitas van a venir determinadas por la masa de la galaxia. Un resultado reciente aplicando esta técnica se puede encontrar aquí), o la influencia gravitatoria que la Vía Láctea ejerce sobre alguna de sus galaxias satélites como, por ejemplo, Leo I (ver, por ejemplo, este artículo).
El problema radica en que no toda esa masa corresponde a estrellas. La parte del león en lo que se refiere al reparto de masa en la Vía Láctea (más del 80% de la masa total, aproximadamente), corresponde a lo que se denomina materia oscura, esa forma invisible de la materia que todavía no se comprende y que solamente se puede inferir a través del efecto gravitatorio que produce en los objetos que conocemos. Tendríamos que aplicar este factor de corrección (solamente el 20% de la masa total de la galaxia se usa para formar estrellas y planetas), con sus correspondientes incertidumbres, para saber cuánta masa corresponde realmente a la materia bariónica, esto es, la materia que forma todo lo que conocemos, incluyendo a nosotros mismos.
Pero incluso después de esta corrección tampoco podríamos dividir entre la masa del Sol para estimar el número de estrellas de la galaxia. El problema ahora es que debemos tener en cuenta que hay estrellas de masas muy diferentes. De hecho, nuestro Sol no pertenece a la clase más numerosa. Y esto es como el reparto de una tarta: la tarta es la que es (la materia bariónica de nuestra galaxia). Si la reparto en trozos muy grandes (estrellas muy masivas), me saldrán pocos trozos (pocas estrellas). Lo contrario ocurrirá si la clase más común es la de las estrellas poco masivas (tendré muchas estrellas).
Afortunadamente, la naturaleza es muy parecida a nosotros en lo que se refiere a crear cosas: es mucho más fácil formar estrellas pequeñas y poco masivas que estrellas grandes y muy masivas. Esto se puede apreciar en la figura adjunta en donde se muestra la distribución de estrellas, enanas marrones y enanas blancas en función de su masa. Vemos como claramente el máximo se alcanza para las estrellas de menos masa (las de tipo espectral M).
Y entonces, después de todo esto, ¿cuántas estrellas hay en la Vía Láctea? Pues el número total se estima que puede oscilar entre cien mil y cuatrocientos mil millones. Una inmensidad. Y un excelente dato para el tema que nos ocupa. Recordemos que, cuantas más estrellas, más planetas.
En la siguiente entrada veremos que fracción de estrellas puede albergar planetas a su alrededor.
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