martes, 2 de agosto de 2022

Vida inteligente fuera de la Tierra. Implicaciones teológicas (VI y último). ¿Cómo afectaría el descubrimiento de una civilización inteligente extraterrestre a mi relación con Dios?

 Y ya, por fin, llegamos a la última entrada de este hilo en donde hemos ido comentando lo que, a día de hoy, nos dicen la Astrofísica y la Astrobiología sobre la posible existencia de vida en otros planetas. Hoy trataremos de responder la pregunta de qué ocurriría si, en algún momento, tuviera lugar un descubrimiento de tal calibre, ¿Llegarían a tambalearse los fundamentos de la teología cristiana? Veamos a continuación que, de ningún modo, esto sería así a través de las siguientes preguntas:

  • ¿Se ha pronunciado la Iglesia católica de manera oficial respecto a la vida inteligente extraterrestre? ¿Hay Magisterio al respecto? La respuesta es que no. El contacto con otras civilizaciones puede tardar miles de años en producirse o puede no producirse nunca por lo que no tiene mucho sentido que la Iglesia se pronuncie de manera formal sobre una mera hipótesis. Lo que sí hay son opiniones particulares de miembros de la Iglesia, en particular del Observatorio Vaticano.  Por ejemplo, Guy Consolmagno, su actual director, fue preguntado acerca de si estaría dispuesto a bautizar a un extraterrestre. Su respuesta a esta pregunta la podéis encontrar aquí.
  • ¿Afectaría el hipotético futuro descubrimiento de civilizaciones extraterrestres al plan de salvación de la humanidad? La respuesta es que no. La Iglesia,  a través de la Constitución Dogmática Dei Verbum, en su capítulo I nos dice que en Cristo culmina la revelación, esto es, tras la venida de Cristo a la Tierra no va a ocurrir nada que cambie de manera significativa el plan de salvación que Dios tiene con la humanidad. 
  • ¿Cómo serían estos hipotéticos seres inteligentes extraterrestres? Debemos pensar que también serían fruto del amor de Dios. Y también habrían sido creados a Su imagen y semejanza, entendiendo por imagen y semejanza lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su punto 1711. "Dotados de alma espiritual, de entendimiento y de voluntad, ..., ordenados a Dios y orientados a la búsqueda y el amor de la verdad y del bien". 
  • Si existieran estos seres creados y amados por Dios, ¿cómo influiría este hecho en la relación de Dios conmigo? Absolutamente en nada. Ésta es la misma pregunta que se hacía el pueblo judío hace miles de años cuando se planteaba cuál era la relación de Yavhé con los pueblos paganos que le rodeaban. Y la respuesta es sencilla: el amor de Dios es infinito, me ama a mí personalmente como si no hubiera otro ser humano sobre la faz de la Tierra y dio hasta la última gota de su sangre por salvarme. Por tanto, no me tiene que preocupar un ápice cuál es el plan de Dios con otros pueblos (o, en el caso que nos ocupa, otras civilizaciones). A efectos de lo que a mí me interesa (que es salvarme) tengo más que suficiente con lo que nos dice la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio. 
  • Pero, ¿qué ocurre con el tema de la salvacion? Éste es, sin duda, un tema algo más complejo. La Iglesia nos dice que Dios tiene una relación privilegiada con el hombre y que la segunda persona de la Trinidad es verdadero Dios y verdadero hombre y se encuentra sentado a la derecha del Padre. ¿Cómo cuadra esto con la salvación de las otras civilizaciones? ¿También murió Cristo por ellos? Por supuesto es pretencioso y casi infantil pretender resumir en unas pocas líneas el plan salvífico de Dios con estas hipotéticas civilizaciones extraterrestres. Pero, puestos a elucubrar, podríamos plantear diferentes escenarios. 
    • Podría ser que la única civilización que, haciendo un mal uso de su libertad, se alejó de Dios fuera la nuestra y que el resto siguiera viviendo en armonia con el Creador en lo que, en términos humanos, entendemos como el Paraíso. En este caso, nosotros seríamos los protagonistas de la parábola de la oveja perdida (Lucas 15, 1.7). 
    • Pero, ¿qué pasaría si estas civilizaciones también hubieran pecado? En este caso podríamos plantearnos dos posibles situaciones. Por un lado, la Iglesia nos dice que el poder salvífico de la Cruz es infinito. Por tanto, el sacrificio de Cristo en la Tierra serviría para salvar a todas las civilizaciones existentes. O bien pudiera ocurrir que Dios tuviera un plan redentor distintos para estos hipotéticos seres. Podríamos pensar en la parábola de los jornaleros (Mateo 20, 1-15) en donde todos reciben al final del día el mismo premio aunque el trabajo realizado haya sido distinto. En cualquier caso, lo que debemos tener claro es que la misericordia de Dios es infinita y que si una civilización necesita de Su ayuda, sin duda va a poder contar con ella. 
  • Supongamos que, en algún momento de la historia de la humanidad, entramos en contacto con alguna de estas civilizaciones. ¿Cuál debería de ser nuestra relación con estos seres? Pues de igual a igual, independientemente de lo avanzados o retrasados que, tecnológicamente, nos encontremos los unos de los otros. Ambos seríamos criaturas fruto del amor de Dios, a su imagen y semejanza y, por tanto, tendríamos la misma dignidad. 
En conclusión, aún siendo extremadamente difícil que entremos en contacto con una civilización extraterrestre, si esto llegara a ocurrir en algún momento, no afectaría para nada a la religión católica. Por consiguiente, no tiene ningún sentido tanto la postura del católico que mira con aprensión los avances científicos ante el temor de que le vaya a suponer una quiebra en su fe como la del ateo que piensa que la astrofísica y la astrobiología estan en el camino de hacer algún descubrimiento que ponga en evidencia la fe católica. Y, para muestra, os dejo a continuación el cartel de una reunión científica organizada por el Observatorio Vaticano sobre la búsqueda de vida fuera del Sistema Solar. Asimismo, os paso el enlace de un informe preparado por el actual director del Observatorio Vaticano sobre la búsqueda de vida inteligente y cómo compaginar esta búsqueda con la fe católica.  Ambos son un fiel reflejo de la naturalidad con la que la Iglesia se toma estos temas. 


Hemos llegado al final de un hilo de seis entradas que nos ha llevado casi un año y en el que he tratado de resumir de la manera más didáctica posible los aspectos más destacados de la búsqueda de vida fuera de la Tierra tanto desde el plano de la ciencia como el de la Fe. Espero que haya sido de vuestro interés. 



lunes, 1 de agosto de 2022

Vida inteligente fuera de la Tierra. Implicaciones teológicas (V). ¿Realmente existen esas civilizaciones?

 Seguimos con la quinta (y penúltima) entrada de este hilo que se está dilatando en el tiempo más de lo esperado. Pero las circunstancias son las que son :-)

Ecuación de Drake (fuente: Business insider)


Nos centraremos ahora en los cuatro últimos factores de la ecuación:
  • fl: fracción de planetas en los que la vida ha aparecido. 
Sabemos que este factor no es cero porque sabemos que la vida se ha desarrollado en la Tierra. Pero no sabemos mucho más. En las entradas anteriores hemos visto que las condiciones físico-químicas necesarias para el desarrollo de la vida parece que se dan en una cantidad enorme de planetas. Incluso en nuestro sistema solar, existen lugares que pueden ser (o fueron) aptos para la vida: las evidencias de que hubo grandes cantidades de agua líquida en la superficie de Marte son cada vez más numerosas. Es posible que ese agua exista también a pocos centímetros debajo de dicha superficie y que haya dado lugar al desarrollo de vida simple (leer más aquí). Los océanos subterráneos de Encélado, Europa y Ganímedes, lunas heladas en las que, hasta hace pocos años, se pensaba que el desarrollo de la vida era imposible son ahora objetivos prioritarios para la búsqueda de vida extraterrestre. Asimismo se ha postulado la existencia de vida basada en el metano en los lagos de la superficie de Titán. Incluso la vida basada en la fosfina también se ha barajado como hipótesis en un entorno tan hostil como pueden ser las nubes de Venus. Muchos y variados escenarios pero, de momento, nada más que hipótesis. 

¿Cómo seríamos capaces de confirmar la existencia de vida en otros planetas? Usando lo que se conoce con el nombre de biofirmas. Las biofirmas son aquellos elementos, substancias o características que solamente pueden haber sido ocasionados por la existencia de seres vivos, en la actualidad o en el pasado. Es imposible hacer una descripción detallada de las biofirmas en una sección de una entrada de un blog, por lo que recomiendo este artículo para aquellos de vosotros que queráis profundizar en este tema.  

En nuestro sistema solar podríamos llegar a detectar señales de vida mediante el envío de satélites y sondas que estudien in situ los ambientes anteriormente citados, pero, ¿cómo hacemos para descubrir vida en planetas que se encuentran a años-luz de nosotros? Estudiando la luz que reflejan o emiten dichos planetas a través de su espectro electromagnético. 


En la figura anterior se compara el espectro electromagnético de la Tierra (azul) con el de Marte (amarillo) y Venus (rojo). Las características espectrales del oxígeno molecular, el dióxido de carbono, el agua o el ozono son fácilmente apreciables. ¿Hay alguna que sea exclusiva de la Tierra? Obviamente, el dióxido de carbono no cumple esta condición ya que aparece también en las atmósferas de Marte y Venus. Por el contrario, la intensa banda de ozono  (O3) que se aprecia a 9.6 micras es específica de la Tierra... o al menos eso parece deducirse de la figura. Sin embargo, esto no es así. A otras longitudes de onda no cubiertas por la figura anterior se ha encontrado también ozono en Venus y Marte. Y en ambos casos , el origen es abiótico, esto es, no originado por la presencia de seres vivos. En el caso de Venus, el ozono se forma cuando la luz del sol rompe las moléculas de dióxido de carbono (CO2) liberando átomos de oxígeno que son transportados por los vientos atmosféricos a la zona oscura del planeta en donde se pueden unir formando oxígeno molecular y ozono. Por su parte, la molécula de agua también ha sido identificada en la atmósfera de Venus. Lo mismo ocurre con el metano (CH4) causado en la Tierra principalmente por los seres vivos mientras que en el caso de Marte se sugiere un origen abiótico.

Todo lo anterior nos muestra una de las grandes dificultades asociadas a las biofirmas. Por el momento, no conocemos ninguna que nos proporcione una certeza total de que haya sido consecuencia de la actividad de seres vivos. Existen biofirmas más prometedoras que otras, o incluso combinaciones de ellas, pero todavía queda un largo camino por recorrer. Y a esto habría que añadir el hecho de que buscamos vida usando biofirmas en base a lo que conocemos en la Tierra. En el remoto (pero no imposible) caso de que la vida no haya seguido los patrones que siguió en nuestro planeta no tendríamos ni idea de qué biofirmas usar para detectarla. 

¿Y qué ocurre con los exoplanetas? ¿Podemos aplicar la misma metodología y estudiar sus espectros electromagnéticos? La tecnología actual solamente nos alcanza para estudiar planetas muy calientes y de tipo gaseoso ya que son los que tienen las atmósferas más extensas y brillantes. De hecho, una de las primeras imágenes del telescopio James Webb (JWST) nos muestra la presencia de agua y nubes en la atmósfera de uno de estos planetas gigantes gaseosos (WASP-96b). Una de las grandes esperanzas es que, en los próximos meses, JWST sea capaz de detectar agua en las atmósferas de exoplanetas rocosos similares a la Tierra. 

La pregunta clave para estimar el valor de fl es la siguiente: ¿Es la transición entre la química y la biología un proceso necesario o, por el contrario, es un paso angosto que constituye un verdadero cuello de botella para el desarrollo de vida inteligente? Es cierto que la vida surgió muy poco después de que la Tierra se volviera habitable. Esto es alentador pero debemos ser prudentes porque nuestra muestra se reduce a un solo planeta. Sería muy arriesgado pensar, por ejemplo, que el hecho de que un medicamento haya dado resultados positivos en un paciente implique que pueda usarse de manera universal. ¿Está la química orgánica orientada al desarrollo de la biología? No lo sabemos.

  • fi: fracción de planetas en los que se ha desarrollado la vida inteligente.
  • fc: fracción de civilizaciones que han desarrollado una tecnología lo suficientemente compleja como para emitir señales que puedan ser captadas por otras civilizaciones.
  • L: duración de la civilización
Al igual que en el apartado anterior, aquí solamente podemos elucubrar. ¿Es fácil el paso de vida simple a vida inteligente? ¿En cuántos de estos planetas con vida inteligente se ha desarrollado una tecnología lo suficientemente potente como para poder ser captada desde otros planetas? ¿cuál es la duración de estas civilizaciones tecnológicamente avanzadas? La respuesta a todas estas preguntas es: no lo sabemos. 

Hemos visto en entradas anteriores que los primeros factores de la ecuación de Drake daban resultados altamente optimistas. Si lo mismo ocurriera con estos últimos factores, nuestra galaxia debería estar poblada por millones de civilizaciones tecnológicamente avanzadas. Si esto es así, se nos plantea la pregunta que da pie a la paradoja de Fermi: "¿dónde está todo el mundo?".  

Una civilización tecnológica debería dejar su impronta en el espectro electromagnético, bien a través de la emisión de ondas radio (tal y como venimos haciendo en la Tierra desde hace un siglo) o bien en el rango infrarrojo a través, por ejemplo, de esferas de Dyson. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos del proyecto SETI y de otros proyectos centrados en la detección de exceso de brillo en el infrarrojo, este tipo de emisión propia de civilizaciones tecnológicas no ha sido detectada aún. 

¿Cómo explicamos lo anterior? Son numerosas las hipótesis que se barajan, demasiadas para ser explicadas aquí de manera detallada. Para los interesados, recomiendo el libro del físico y divulgador Stephen Webb "Si el universo está lleno de extraterrestres... ¿dónde está todo el mundo?: Setenta y cinco soluciones a la paradoja de Fermi y el problema de la vida extraterrestre".  (ISBN:  978-8446046318). Se ha propuesto, por ejemplo, que la duración de las civilizaciones avanzadas es corta y que suelen autoaniquilarse bien a través de las armas o bien a través de la sobre-explotación de los recursos. Otros, por el contrario,  sostienen que dichas civilizaciones existen, que saben dónde estamos pero que evitan ponerse en contacto con nosotros para protegernos. Hay quienes plantean que, aunque la vida en la Tierra apareció hace miles de millones de años, el ser humano habita en ella desde hace solamente unos miles de años por lo que es posible que esas civilizaciones visitaran la Tierra antes de que la especie humana existiera. Y muchas más hipótesis que podéis encontrar en el libro anteriormente citado. 

Una teoría interesante es la hipótesis del gran filtro, que sostiene que el desarrollo de una civilización tecnológicamente avanzada es algo muy difícil de que suceda. Tomando como ejemplo la evolución en la Tierra, se identifican diferentes momentos clave que son muy improbable que ocurran. Entre ellos, por ejemplo, podemos destacar la endosimbiosis, el proceso que permitió el paso de células procariotas a eucariotas y que marcó un hito en el desarrollo de la vida compleja en la Tierra. Éste fue un proceso único que ocurrió en un momento determinado y que no ha vuelto a tener lugar. En esta línea se encuentra, por ejemplo, este artículo publicado recientemente en la revista Astrobiology, el cual sugiere que la existencia de vida inteligente fuera de la Tierra debe ser un fenómeno extraordinariamente raro.

Por tanto, estos últimos factores de la ecuación de Drake podrían tener valores muy pequeños que harían que el resultado final de la misma (esto es, el  número de civilizaciones extraterrestres avanzadas) fuera un número muy pequeño. ¿Habitamos, por tanto, en un arca solitaria o, por el contrario, formamos parte de un universo lleno de vida? ¿Qué implicaciones tendrían estas dos hipótesis desde el punto de vista teológico? La respuesta es ninguna que ponga en tela de juicio la existencia de Dios. Tan válido es pensar en un universo lleno de vida que muestre la infinita capacidad creadora de Dios como en un universo carente de otras civilizaciones extraterrestres pero cuyo tamaño nos de cuenta de la inmensidad de su Autor.