Casi dos años después retomo este blog. La falta de tiempo puede sonar a tópico pero la realidad es que la presidencia de la Sociedad de Científicos Católicos de España (unido, por supuesto, a mis obligaciones y quehaceres familiares y profesionales), me deja muy poco tiempo para leer (y comentar) todo lo que me gustaría.
Y el retorno es, claramente, a lo grande, con un artículo sobre Inteligencia Artificial publicado en Omnes por una de las mentes más lúcidas que conozco: Javier Sánchez Cañizares. (@jscanizares en X). Las ideas que a continuación se van a comentar no pretenden servir de resumen y ahorrar la lectura del artículo. Todo lo contrario. El objetivo de esta entrada es aumentar la curiosidad del lector y que éste se vea empujado a disfrutar del artículo completo. Vamos allá.
Desde hace años la Inteligencia Artificial (IA) no es ni un concepto abstracto ni un mero desarrollo tecnológico que tiene lugar en una serie de centros de investigación gracias al trabajo de un grupo reducido de científicos. Al contrario, la IA se encuentra presente en numerosos ámbitos de la actividad humana, desde los chatbots con los que interactuamos cuando realizamos gestiones online o los lectores de matrícula que registran nuestra entrada a un párking hasta herramientas como chatGPT cuyo uso es cada vez más y más común.
Existe, por tanto, una relación entre la IA y los seres humanos. Y, al igual que ocurre con las relaciones humanas, podríamos plantearnos preguntas del estilo: ¿esta relación me beneficia o me perjudica? ¿puedo sacar experiencias positivas? ¿puedo aprender cosas nuevas? ¿me ayuda a ser mejor persona? ¿Puedo ayudar yo a mejorar la IA?
Ante estas preguntas, lo primero que normalmente se nos viene a la cabeza es la necesidad de "humanizar" la IA. Es necesario introducir unas normas éticas y morales para intentar limitar el uso inmoral de esta tecnología. Y, en paralelo, es necesario desarrollar legislaciones que, mediante sanciones, disuadan a los potenciales infractores de llevar a cabo dichas acciones. El uso de filtros en Internet o la protección de los datos personales son un par de ejemplos de medidas ya implementadas en este sentido. No obstante, la pregunta más rompedora viene en el otro sentido: ¿Nos puede enseñar la Inteligencia Artificial sobre lo que significa ser "humano"? Conociendo mejor la IA, ¿podemos entender mejor qué es lo que nos diferencia de ella? La respuesta es que sí. Veamos algunos ejemplos:
- Es más exacto hablar de "Inteligencias Artificiales" que de "Inteligencia Artificial". Hay diferentes IAs especializadas en resolver problemas concretos, muy probablemente con una mayor eficiencia que el ser humano, pero solamente ese problema: el algoritmo que me gana una y otra vez al ajedrez no es capaz, por ejemplo, de encontrar las siete diferencias entre dos imágenes muy similares. En este sentido, la naturaleza de los problemas que pueden ser abordados por la inteligencia humana son infinitamente más variados.
- El ser humano es capaz de distinguir entre conocimiento y realidad. Aunque nuestro deseo de conocer parece no tener límites, nuestro conocimiento de la realidad sí lo tiene. La realidad es mucho más grande de lo que conocemos. Y lo sabemos. Esto no ocurre en el caso de la IA, donde su "realidad" se limita al ámbito del conocimiento para el que ha sido diseñada. Para AlphaZero, por ejemplo, la realidad se circunscribe al ámbito de un tablero de ajedrez.
- De lo anterior queda claro que la IA es distinta a la inteligencia humana pero, ¿podría llegar un momento en que se equiparen? Para ello, una condición necesaria sería que la primera pudiera "evolucionar" de manera similar a la humana, esto es, sin trabas ni cortapisas de ningún tipo. Y esto no es así. La IA funciona a partir de una finalidad externa impuesta por los programadores. Por el contrario, el ser humano goza de libertad creativa. La historia vital de cada persona está marcada por retos, objetivos orientados hacia un fin que puede ser muy diferente a lo largo de la vida de una persona y que, en absoluto, se encuentra predeterminado. Esto es vivir "de manera humana". En palabras de Gonzalo Génova, la IA "resuelve" problemas pero no "tiene" problemas.
- Finalmente se plantea el problema de la trascendencia. El ser humano conoce sus limitaciones, sabe que está orientado hacia el bien, la verdad y la belleza pero no puede alcanzar la plenitud en este mundo. Aspira a tener una existencia plena, en lo que todo lo vivido no se pierde y adquiere su sentido último. Tal y como concluye el artículo, no es poca enseñanza sobre lo que significa vivir humanamente.